Escapismo


Lazos
5 octubre 2010, 4:46 pm
Filed under: Ficción

Cuando entro en el hospital, te encuentro solo y hundido en un sillón. Según te veo sé que tienes un día malo. Para eso soy tu hermana. Me siento a tu lado y te pregunto cómo estás. Tú, sin mirarme, levantas la mano intentando pegarme pero consigo sujetarte con fuerza y la devuelvo a tu regazo. Estás enfadado conmigo porque no tengo tiempo para venir a verte, o quizá sepas que eso es una excusa. En realidad no quiero venir, ni verte así. Llevas aquí dos años y no me acostumbro a este lugar, tan triste y tan loco. La monja que te cuida, la hermana Matilde, me dice que desde que te avisó que venía, estás revuelto, gritas mucho y te han tenido que sedar porque querías pegar a todo el mundo. Incluso tiraste un plato de lentejas a la pared. Me enseña la mancha. No consigo olvidar todo el miedo que me hiciste pasar. Eres mi hermano, sí, pero eso no es suficiente. Por lo menos para mí. Vengo a verte de vez en cuando porque soy lo único que te queda en el mundo, por eso estás en este hospital para gente sin recursos, porque no los tienes. Tuve que esperar a que me clavaras un cuchillo para poder meterte aquí. Todavía cuando me toco la tierna cicatriz en el costado, se me eriza el vello, y, a veces, me entran ganas de llorar.
La hermana Matilde me informa que en quince minutos empieza un recital literario en el hospital, una asociación de voluntarios viene a amenizaros la tarde. Me alegro más por mí que por ti. Intento hablar contigo pero a cada frase que pronuncio pones cara de asco, o de tristeza. Y cuando levantas la vista es como si fuera transparente para ti. Allí sentada veo como los jóvenes van colocando sillas para los espectadores, que sois vosotros, los locos. Tú antes no eras así, pero algo en tu cabeza se rompió al quedar huérfanos de repente. Tu mente no soportó el golpe. Te cuidé lo que pude, o lo que supe. Pero no fue suficiente.
Los chicos y chicas de la asociación, todos jóvenes, preparan el micrófono y el atril. Nos miran con benevolencia. Ellos no saben que no soy paciente del hospital. Cuando un chico con gafas prueba el micrófono veo como tu cara cambia de expresión. Te levantas y vas directo a pedirle que te lo deje. Ya hay sillas ocupadas así que coges el micrófono y cuentas un chiste sin sentido, pero tus compañeros se parten de risa y tú te creces. De hecho pareces otra persona. Ya no vuelves a mi lado. Andas de un lado a otro del salón, inquieto, gastas bromas. La hermana Matilde te pide una y otra vez que te sientes. Y lo haces, pero ahora lejos de mí. Quizá no me perdones que te metiera en este lugar, pero no tuve opción. No me siento culpable pero cuando vengo a verte te comportas como si lo fuera.
El recital comienza y tú, al principio sentado, aplaudes con ganas y haces comentarios graciosos que todos festejan. Se oyen risotadas, grititos y silbidos. Consigues revolucionarlos a todos. Interrumpes todo el tiempo. La hermana Matilde te manda callar y, obediente, dejas que los chicos reciten sus poemas, aplaudiendo como un niño pequeño. Observo a los demás, algunos ni se mueven, no consiguen salir de su mundo escarpado. Tú das golpes de entusiasmo al compañero de al lado, pero el otro se limita a bambolearse con las sacudidas. Para terminar el recital, uno de los chicos aparece con un yembe, cuenta que es un instrumento africano y que va a tocar un ritmo medicinal, para aliviar el espíritu. Falta nos hace, pienso. Te quedas mirando embobado el tambor de piel, tu boca desdentada medio abierta, los ojos tan redondos y tus brazos lánguidos en el regazo. El sonido del yembé inunda la sala, al principio sobresalta pero luego se mete dentro de uno, como una inyección. Veo como tú, ante el asombro de todos, coges una fregona y empiezas, como poseído, a bailar una especie de danza tribal. Tus compañeros se levantan a jalearte, todos ríen, hasta la hermana Matilde te mira con sonrisa angelical mientras mueve los pies. Vas entre las filas de sillas y cuando te toca llegar a la última, justo donde estoy yo, la evitas y vuelves a la primera. Te dejo en tu momento protagonista y, sin despedirme, me levanto, aliviada, pasarán meses hasta que vuelva. Antes de salir, te miro, nuestros ojos se cruzan por primera vez en toda la tarde, tú paras la danza, pero en breves segundos retiras la mirada y la reanudas todavía con más ímpetu.


25 comentarios so far
Deja un comentario

Una relación especial, desde luego; me gusta la pasión y la verdad con la que está contada, sin acogerte a ningún tópico, sin buscar el descanso de una frase hecha, de una situación reconocible. Todo parece de nuevas, me parece un cuento muy valiente. Mi enhorabuena

Comentarios por Miguel Baquero

Gracias de nuevo, Miguel. Tenía ganas de ejercitar la segunda persona y creo que conseguí hacerlo más verdadero. Nunca me gustaron los tópicos.

Comentarios por Elena

Una mirada al amor fraternal llena de compasión por el hermano y los sentimientos de culpa. Relato que llega al estómago y lo golpea. Me queda la imagen del hermano saltando como… loco. saludos

Comentarios por minicarver

El amor fraternal siempre me resultó complejo, en este caso todavía más, claro. Me ha encantado que me digas que te golpeó en el estómago, eso es que algo transmite. Gracias José.

Comentarios por Elena

Tía, me ha encantado…por alguna razón he visto el asilo en el que estoy…no sé si por la soledad de ellos, por las visitas obligadas de familiares que no quieren ir o por la alegría que les invade en cuanto llega algo novedoso…probablemente por todo 🙂 Enhorabuena una vez más!

Comentarios por Ana

Todo estos sitios, asilos, psiquiátricos, cárceles, son parecidos en cuanto a que las personas se sienten solas, la rutina les come, da igual la razón por la que están allí, al final los sentimientos son los mismos. Menos mal que tú eres fuerte. Besos de tu tía.

Comentarios por Elena

Matilde le debe haber dado un sedante bastante liviano. Le permitió hacer escenas frente a su hermana y también bailar y animar a sus compañeros.

Ciertamente, no es nada agradable entrar a esos lugares, por más que allí esté un familiar muy querido. Hay que tener una fuerza interna muy grande para no dejarlos cada vez más solos. Se puede entender a ambos, entonces. Ella, excusándose de no tener tiempo. Él, agresivo, lleno de resentimiento o algo parecido.

Coincido con minicarver: el relato impacta. Saludos!

Comentarios por blopas

Sí, el sedante era liviano y parece que la visita le alteró a pesar de ello. 😀
Se puede comprender a los dos, la moneda siempre tiene doble cara. Pero todavía se comprende más a la hermana cuerda, para sobrevivir a veces hay que hacer cosas así.
¡Gracias blopas!

Comentarios por Elena

Golpea y provoca mucha tristeza. Por cierto, al final me temía que se pusiera a apalear a la hermana con el palo de la fregona o algo así.
Un beso.

Comentarios por Ainhoa

No, por suerte estaba sedado :-D, si no es posible que la hubiera roto el palo de la fregona en la cabeza y se hubiera llenado todo de sangre. ¡Un horror!
Besos, guapa.

Comentarios por Elena

Crudete…. pero la vida es así.
Muy bueno.

Comentarios por ucomin

La vida es cruda sí, aunque hay personas que lo pasan peor que otras. ¡¡Que no nos toque!!

Comentarios por Elena

me gusta tu estilo crudo y centrado en la accion, es una escritura muy fuerte (no solo el contenido, sino la construccion)
salut.

Comentarios por g.

Me gusta que te guste, suelo ser contundente hasta cuando hablo. De todas formas supongo que una historia así es cruda la cuentes como la cuentes.
Muchas gracias por la visita y el comentario.

Comentarios por Elena

Por un momento he visto a Syd Barrett bailando en Alguien voló sobre el nido del Cuco, mientras de fondo suena Matilda Mother, tierna como su hermana y cruda como la vida es.
¡Bravo por tus cortos!

Comentarios por Rober

Tus comparaciones siempre me resultan sugerentes, y muy halagadores, esa película es contundente, y cruda.
¡Gracias Rober!

Comentarios por Elena

Un relato que provoca una mezcla de pena por el hermano y a la vez admiración por la fuerza e intensidad de los protagonistas, sin duda el sufrimiento humano no es ajeno.

Felicidades por el relato

Comentarios por A.B.

Gracias A.B.
El sufrimiento ajeno nos debería llegar a todos dentro, más que nada porque es reflejo del propio.
A ver si actualizas, 😉

Comentarios por Elena

Matilde al principio, en el medio y al final. Persistencia de la vocación. ¿Acaso la protagonista no es ella? Pero de ella, nada sabemos. Queda pendiente.
Habla Rober de Barret. Magnífica referencia, sólo que éste nunca contó chistes.
Felicidades y quedamos a la espera de la historia de la monja.

Comentarios por Leo Froud

Matilde es el reposo del cuento. Ella no es la protagonista, ni pretende serlo pero si quieres la historia de la monja, la tendrás. Sé que su vida no ha sido fácil. Y sé más cosas.

Comentarios por Elena

Muy bueno, mucho! Me apena su hermana pero no logro sentir nada de pena por el interno… al fin y al cabo esta loco y es todo lo feliz que puede ser en su mundo.
Me alegra mucho que su hermana estuviera allí, le servirá para irse quitando ese sentimiento de abandono que ella ve en los ojos de su hermano.
Es muy real y consigues que los personajes y las historias no comiencen con la primera letra y terminen al acabar el relato, parece que todo continúa y tiene un principio,… no sé cómo lo consigues.
Un abrazo para Matilde, esa sí que me da pena! vaya vida!

Comentarios por dexter

Ya era hora que te viera por aquí, cacho perro.
Creo que el sentimiento de abandono no se le quitará nunca, y creo que la hermana terminara por no ir a verle. A mi también me gusta pensar que la historia continúa. Y no te preocupes que Matilde tendrá su momento.
Besitos dexter

Comentarios por Elena

Ya ves, que aunque tarde siempre vuelvo a lo bueno.
Pues yo creo que después de un tiempo sin ir a verlo, el sentimiento desaparecerá, pero claro, es tu personaje, seguro que lo conoces mejor que yo. 😉
En mi cabeza, a ella le quedan sólo un par de meses de malos rollos… total. el hermano está loco y la locura es como la ignorancia, no se sabe que se padece…
Parce que je reve je ne le suis pas. Leolo.
Besos!

Comentarios por dexter

Hay hospitales donde las miradas de los enfermos son un guiño a lo mal hecho que está el guión de la vida. Tu buen guión lo ha narrado.

Salud.

Comentarios por Juanma

Cierto, el guión de la vida lo hizo un mal guionista, menos mal, que a veces, nos queda la improvisación.

Comentarios por Elena




Replica a Ainhoa Cancelar la respuesta