Escapismo


El esplín
12 abril 2010, 11:39 am
Filed under: Ficción

Estoy cruzando la Gran Vía y noto una mano en mi hombro. Es mi profesor de filosofía, hace más de veinte años que no le veo. Le noto viejo pero no se lo digo, además probablemente él también me notará cambiado, antes no tenía barriga ni canas.

– Cuánto tiempo, ¿sigues dando clase en la Universidad? – indago.
– Sí, pero me pasé a la privada, ¿y tú cómo estás? ¿Encontraste la felicidad?

Le contesto con un más o menos, charlamos unos minutos, nos damos la mano a modo de despedida y le veo perderse entre el gentío. Me quedo parado en medio de la acera, desolado. Que si encontré la felicidad, pero que pregunta es esa después de tanto tiempo, este hombre está chocheando. Echo a andar como si nada, pero en la segunda esquina su pregunta revolotea a mi alrededor. Se me ha clavado como un dardo. ¿Encontré la felicidad? Por un lado diría que sí. Encontré a Marga, los años que nos dedicamos por entero el uno al otro, fui feliz. Supongo que la sigo queriendo pero ahora no estoy seguro de qué modo, si la quiero como se tiene que querer a una pareja o si la quiero sin planteamientos profundos, simplemente porque es mi mujer y vivo cómodo. Marga y yo nos hemos convertido en una pareja aburrida. Nunca hacemos nada extraordinario, ni siquiera discutimos y de follar ni hablamos; a mí no me apetece y supongo que a ella menos porque nunca se insinúa. Empecé a subir la Gran Vía a paso lento, sentía que una maraña de pelos me había invadido el estómago. ¿La encontré? El nacimiento de los gemelos, a pesar de los berridos y los biberones. me hizo ilusión y también fui feliz. Ahora son dos adolescentes imbéciles que nos hacen la vida imposible, con sus suspensos, sus impertinencias y su egoísmo. Les evito todo lo que puedo, no es que no les quiera, son mis hijos, pero me resultan insoportables. También en el trabajo encontré la plenitud, tuve la suerte de llenar mis expectativas. Disfrutaba las diez horas que duraba mi jornada. Pero después de tantos años, me enfrento a mi horario laboral con alma de funcionario. Cumplo con lo mío y cuantas menos dificultades, mejor. Se me acabó la creatividad. Solo hago horas extras para no volver a casa. La pregunta de marras me da vueltas. Felicidad, qué palabra tan sobada, si me apuras es hasta cursi. Más bien podemos hablar de momentos en los que piensas que todo es perfecto, y que todo es posible. ¿Quién se atreve a decir que es feliz, sin matices? Creo que nadie.
Cruzo la red de San Luis, me meto por la calle del Clavel y me planto frente a mi portal. La fachada recién remozada me hace recordar cuando compramos el piso. Aquello fue un subidón para los dos. Un pico de felicidad. Lo pintamos nosotros mismos y lo fuimos amueblando poco a poco. Ahora se ha convertido en un piso viejo que necesita una reforma urgente. Todo está anticuado, las paredes tienen grietas, y desde que los hindúes se mudaron al piso de abajo, siempre huele a curry. Marga no para de hablar de vender el piso y comprar un adosado en las afueras, yo no quiero un adosado. Eso sí que no me haría feliz.
Me quedo un rato más apoyado en el banco, me sorprende el tráfico de gente que tiene mi portal. Me hace recordar a nuestra pandilla de amigos, las cañas, las sobremesas, las juergas nocturnas. Esa pandilla, que ahora está disuelta, con parejas rotas, incluso alguna muerte, pero en la mayoría de los casos por dejadez y olvido. Marga y yo no tenemos prácticamente amigos. Ni hacemos nada por remediarlo.
Cuando me decido a subir, me cruzo en el portal con los vecinos del quinto, una pareja joven, divertida. Les miro y una melancolía, profunda e irremediable, se apodera de mi estado de ánimo. También me cruzo con una cucaracha enorme a la que piso con crueldad, oigo el chasquido y me da repelús. La maraña de pelos del estómago está más densa. Subo a casa y todo lo que hay en ella acaba de aplastarme: Marga, los gemelos, los muebles, y el olor a curry, que me da naúseas. Digo un débil “hola” y me voy al dormitorio. Marga viene detrás, se sienta a mi lado, y dice:

– ¿qué te pasa?, ¿te ha ocurrido algo?
– Nada – contesto sin querer mirarla porque notaría mis ojos vidriosos y mi puchero contenido.
– ¿No estás bien? – insiste cogiéndome la mano.

No lo digo pero pienso, no, no estoy bien. Ahora mismo estoy seguro de que encontré la felicidad pero parece ser que la perdí en algún momento del trayecto. Levanto la cabeza y me encuentro con los ojos de Marga, siempre tan cálidos, que me miran con piedad. Como un niño, me meto en su regazo y lloro. Ella me abraza muy, muy fuerte.


13 comentarios so far
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Sé que me repito en los comentarios, pero es que el relato es buenísimo. Cada vez estás dejando más claro cuál es tu estilo. En cuanto al tema de hoy, joder, todos hemos perdido la felicidad en algún punto del camino, la suerte es que podemos volver a conseguirla!

Comentarios por Raül Pere

Jo, gracias Raúl, si un día publico un libro me lo tienes que criticar tú. :-). El tema de la felicidad es tan complicado… y para muchos utópica pero la realidad es que se encuentra en cualquier momento.

Comentarios por Elena

Hola Elena:
Estoy feliz en el momento que leo tus historias!!
Me parece que el problema esta en buscar la felicidad en la esencia del «ser». No «somos» felices, en su caso, estamos felices ciertos momentos

Comentarios por montsetp

¡Gracias guapa! Desde luego, hablando de felicidad, mejor aplicar el verbo estar, es más práctico y más coherente.
besitos

Comentarios por Elena

Genial el relato!
Me encanta la felicidad de a pie.
Un poquito todos los dias.

Comentarios por Altea

Gracias!
Yo también creo que esa es la felicidad que hay que buscar y encontrar.

Comentarios por Elena

Voz de PUMPI: que bonito relato, amiga.

Comentarios por fritanga

¡Milagro! A lo mejor hoy empiezo a creer en dios, ah no, eso es imposible en mi caso. Creeré que Pumpi que por fin ha encontrado un rato entre canción y canción para leerme y dejar un comentario. 🙂

Comentarios por Elena

Yo creo que el concepto «felicidad» está muy sobrevalorado. Lo máximo que se puede encontrar es, más o menos, instantes felices y pleno, pero precisamente eso: instantes. Aunque igual estoy equivocado, oye; es más, ojalá que estuviera equivocado.

Comentarios por Miguel Baquero

Fantástico. Genial relato, he disfrutado muchísimo leyéndolo, voy a seguir indagando un rato mas por aquí a ver con qué joyas mas me topo. Un saludo.

Comentarios por Jesse Custer

Me hizo pensar, y mira que no hago habitualmente. Y me dí cuenta de que no hay que ir detrás de la felicidad, simplemente dejar que te alcance. 😉

Comentarios por Jose

¡Bueno tú eres de los que te dejas!

Comentarios por Elena

yo creo que ese hombre si es feliz, al menos cuenta que lo ha sido en diferentes etapas de su vida. lo que me angustia es el llegar a verte envuelto en un hermetismo del que no veas cómo salir. no hay que desatender el espiritu propio.
jo, con tus relatos, me revuelven la tripita!
llegan, llegan

Comentarios por irene




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